sábado, 6 de junio de 2015

Capítulo 16 y 17

Al abrir la puerta de su oficina, Crecio Marcken notó que su última idea había surtido efecto, escuchó una serie de ruidos, como de una máquina girando y acomodándose, una bobina y finalmente un ruido sordo, como rayando algo.
A los quince segundos comenzó a sonar la voz de una antigua artista (Ni siquiera él sabía quien era ya que el nombre de la artista y de las canciones se habían borroneado) cantando, o más bien tarareando algunas melodías, toda la primera canción transcurrió así, con sonidos de saxos y pianos de fondo, además había un último instrumento que no podía reconocer, posiblemente ya no existiera más.
No era la música que más le gustaba, pero igualmente sonrió, su plan había funcionado, un simple mecanismo para que cuando él entrara en su oficina comenzara a tocar un disco de los que había podido conseguir en su tocadiscos. Realmente no era el mayor amante de la música desde que la había conocido, sin embargo el saber que él sí podía escuchar le era suficiente satisfacción para hacerlo todos los días.
Por otro lado, el hecho de que todo estuviera mecanizado le fascinaba desde que había nacido y trataba de realizar ese tipo de sistemas siempre que podía, aunque como era el único que tenía conocimientos suficientes de mecánica para realizarlos tenía que ponerse a ello y con el tiempo y la adultez había dejado esos hábitos para hacerlo solo como hobbie.
Recorrió toda su oficina que era tenía aproximadamente unos 65 metros cuadrados. Al llegar a su escritorio ya había terminado el primer tema que al parecer había sido puramente instrumental y tarareado por la artista.
El segundo tema comenzó luego de unos segundos de seco sonido de fondo.
La mujer (por la voz y la forma de cantar ya le había reconocido su color de piel negra) cantaba en un inglés un tanto estirado y modificado, muy abreviado y acortado. Invitaba con su tono mezclando seducción y alegría, y el título de la canción (lo dedujo por la repetición y la importancia que le daba) era, seguramente, “Cheek to cheek”.
Al sentarse en su cómodo sillón recordó una importante reunión que tenía en solo unos minutos y decidió retrasar un poco más la prueba final que le tenía preparada al supervisor.
Miró su reloj y se dió cuenta que la reunión estaba a punto de comenzar, levantó el tubo del teléfono y con una pequeña sonrisa dijo:
-Crecio Marcken, Jefe de MeISA, Zona nueve, Ciudad- Hizo una pausa, todavía le parecía una idiotez haber nombrado a las ciudades de su zona con nombres de planetas solo porque fueran ocho- Mercurio-
Al instante le respondieron los jefes de todas las otras ciudades de su zona, y en esa reunion se hizo un resumen de todas las actividades que se estaban llevando a cabo.

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El Supervisor no había tenido ningún inconveniente para dormir, él sabía que algo extraño se estaba gestionando, también sabía que hasta que su propio jefe tomara buena voluntad y se lo dijera no lo averiguaría, por eso pensó que descansaría hasta que su alarma lo despertara al día siguiente, no tuvo que esperar a eso.
Un ruido sobrenaturalmente fuerte acompañado por un pequeño temblor lo despertó y tensó sus músculos, hubo un pequeño momento, uno ínfimo donde pareció que todo el mundo había callado a propósito y luego se escuchó la lluvia torrencial, que arreciaba sonoramente en el techo de chapa que cubría toda la empresa. El cielo estaba completamente oscuro y cerrado y el agua no cesaba de caer. Odiaba los días de lluvia, todo tardaba más, los mensajeros estaban alterados y por encima de todo, había más muertes. Y si la lluvia seguía reduciendo tanto la visibilidad ya preveía la cantidad de informes que tendría que escribir avisando el por qué habían muerto.
Al principio, apenas había comenzado a trabajar sentía pena por cada uno que moría, por cada persona cuyo DTA perdía los frenos y aceleraba incontrolablemente hacia un poste sin la reacción suficiente para esquivarlo o tomar cualquier otra medida.
Aún más pena sentía por aquellos que salían despedidos porque algún U-Mensajero había pasado una mala mañana y otro no había visto bien. Estos no sólo morían sino que era sabido que sufrían un dolor indecible y si sobrevivían quedaban con tantos traumatismos y lesiones que pronto morían al quedarse sin trabajo y por ende sin comida ni forma de mantenerse.
Sintió pena por todos ellos y por sus familias pero solo por unos meses. Luego cada vez se le hicieron más pesados, ya no fueron personas que morían sino papeles que llenar en su escritorio. No más familias que perdieron a sus únicos sostenes, sino números.

Con el tiempo el supervisor se dio cuenta como pensaba, se dio cuenta que pensaba como esa persona que en un principio odiaba. Pensaba como Crecio Marcken y eso le produjo una incontenible e irónica risa.

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