jueves, 25 de junio de 2015

Capítulo 3

-El señor Marcken se encuentra ocupado, por favor llamelo nuevamente más tarde- Dijo tranquilamente el tono del teléfono. Al supervisor le pareció gracioso que incluso se hubiera molestado en hacerle grabar eso a alguien y seguramente luego lo tendría que haber matado. Esa línea entre ellos dos era magia para cualquier persona que la viera, es más, nadie sabía nunca cómo era posible la comunicación tan rápidamente entre ellos dos, y se rumoreaba que había una especie de tubo neumático que llevaba toda la información de un lado a otro, de su oficina a la de su jefe. La verdad era aún más mística.
Eran (según su entender) de las pocas personas que todavía tenían este sistema, y cuando la gente veía el aparato pensaba que era cualquier cosa menos lo que era, simplemente porque en su vida jamás se habían cruzado con nada parecido, y si lo habían escuchado había sido en mitos a los que les daban tanto crédito como a esos en los que se decía que había un gran ordenador de las cosas y que mandaba a esto y aquello.
Bien, el supervisor no creía en esto último pero bien le podía dar crédito luego de haber visto funcionar y utilizar él mismo el teléfono. Este hombre había renunciado a todo tipo de vida fuera de la fábrica para trabajar con su jefe y prácticamente dueño, el señor Marcken. En este caso había aparecido en su puerta al despertar un pequeño papel que rezaba:


“Sumamente Importante:
Supervisor comuníquese con su jefe al despertar.

Crecio Marcken”

Esto había intentado hacer pero claramente no había caso, tendría que ir hasta la oficina central para hablar personalmente. Se vistió apropiadamente y comenzó a caminar hasta la escalera que lo llevaba hacia los pisos superiores, administrativos, y finalmente a la Dirección.
Dio la vuelta esquivando a algunos de sus anteriores conocidos, prefería directamente no entablar ninguna conversación desde que había asumido el cargo mayor ya que tenía miedo de decir algo de más y causar la muerte innecesaria de aquella persona.
Su viejo compañero de cubículo fue el que se lo encontró en una de las vueltas de escalera y lo saludó, iba hacia el mismo lugar que él así que no tuvo opción y tuvo que seguirle la conversación.
-Felicitaciones por el puesto, Supervisor- Algo despectivo había sonado en esa última palabra, él recordaba como solían referirse al que ocupaba ese puesto y entendía la ironía, río y respondió.
-Gracias Casio, en este caso no hay problema con el hecho de que vos me llames por mi nombre- Y añadió más seriamente -Nadie se va a enterar-.
-Preferiría que no Supervisor. Igual no es por miedo, es por precaución-
Le dolía escuchar esto, podía haber pasado de puesto, quería dejar todo atrás, pero su hermano, su mayor pilar hasta ahora se sentía amenazado. No, no era dolor lo que sentía, era enfado, sentía que si no lo conociera lo suficiente, le contaría todo, provocaría su muerte, y dejaría huérfanos a sus hijos. Fue un pensamiento instantáneo, al momento continuó
-Ambos somos personas y nos conocemos lo suficiente como para dejarnos de idioteces.-
-Si, pero en este caso acordate que tengo hijos y una esposa a la que amo- y luego añadió -Aunque ahora no se si no se irá con el nuevo supervisor.-
-Jamás en la vida, Casio. ¿Te quedas acá?.-
-Si, quizás algún día de estos nos volvemos a cruzar por casualidad, hasta luego supervisor.-
El supervisor se acercó y lo abrazó
-Chau- Dijo al oído, como un pequeño pedido de ayuda, un momento de debilidad.
Se separó y lo dejó irse un tanto atareado por la situación, él continuó subiendo y finalmente llegó a la puerta que rezaba:

CRECIO MARCKEN
Director Ejecutivo

Inspiró y golpeó cinco veces la puerta en un orden específico que marcaba que era él.
Al instante se abrió la puerta.
El hombre de treinta y dos años abrió tan airadamente la puerta que el supervisor pensó que bien podría haber sido un niño de quince. Esa simple idea le dio escalofríos aunque no estuvo muy seguro del motivo.
-Finalmente supervisor, estaba esperándolo hace más de una hora.- Lo miro a los ojos y sonriendo le dijo -Acordate que solo trato con vos.-
-Lo llame, señor, pero no me atendió usted, sino que me respondió una máquina que no estaba disponible.
-¡Ay! Genial, ya escuchaste mi contestador, no creo que tenga mucha utilidad pero leí lo suficiente sobre ese tema como para saber que tenía que tener uno, y le pedí a uno de los mecánicos de la compañía que me lo fabrique y a uno de los mensajeros que lo dijera, seguro que pensó que era rarísimo que le hiciera decir eso al aire pero bien, ahora no importa, no te llamaba solo por mi aburrimiento- y luego añadió más serio -Necesito algo que solo te puedo pedir a vos.
No era la primera vez que le decía eso pero igual río por el chiste, quizás por cortesía o quizás porque realmente era lo más parecido que ahora tenía a un amigo.
-Diga que necesita y lo hago.-
-Bien, entonces en ese caso necesito a la mejor mensajera del equipo. Tengo una misión cuasi única, necesito que se haga ahora mismo.-
-Se a quien decirle, pero ¿Qué es lo que tiene que hacer?-

-Esa es la parte interesante.-

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