jueves, 18 de junio de 2015

Capítulo 6

-Mierda.- Gritó desaforadamente el supervisor, y golpeó la pared de madera, esta continuó exactamente como estaba pero de su mano no se pudo decir lo mismo, sangraba y tenía pequeñas astillas que se le habían incrustado.
Daba vueltas a la habitación sin encontrar su punto de referencia, el lugar donde quedarse, donde pensar y reflexionar para no golpear más paredes. Comenzaba a preocuparse porque Berena, su mensajera preferida, no volvía. Él sabía que algo extraño se escondía detrás de las órdenes de Marcken, ¿Por qué enviar a ella y luego, al imbécil del P-mensajero para que fuera en la misma dirección pero en sentido inverso? Tenía insultos y preguntas para su jefe casi en mismas proporciones, pero sabía que debía guardarlas. ¿Sería esta una prueba para comprobar su lealtad? ¿Sería simplemente la forma que tenía Crecio Marcken de divertirse mordazmente? Lo que era seguro era que no tenía sentido seguir preguntándose nuevamente lo mismo, fue hasta el pequeño botiquín que tenía y tomó algunas vendas que luego de mojar en agua de ley se colocó sobre su mano. Ardió unos segundos, derramó una lágrima. A los diez segundos no tenía ninguna astilla y ya tenía una cicatriz formada sobre su piel. Seguía sorprendiéndose de las maravillas que se habían logrado a nivel medicinal y recordó el problema del teléfono. Creyó, en ese momento, que si eso estuviera funcionando activamente y todos pudieran recibir tan solo un frasco de agua de ley por habitante la cantidad de personas que morirían a diario sería reducida por lo menos a la mitad. Al instante se dio cuenta la barbaridad que estaba pensando. ¿Cómo sobreviviría toda esa gente si no murieran todas las personas que morían. Para algo estaban las paredes externas, porque no se podían extender más, y en las intersecciones de las doscientas calles existía la cantidad justa de domicilios, todo estaba perfectamente calculado.

No, no podía ser solamente una forma de divertimento de su jefe, éste tenía que haber mandado a Berena con un propósito ahí, y si ella no llegaba era porque seguramente había sido una víctima más de las maquinaciones de aquel ser inescrupuloso.

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