martes, 23 de junio de 2015

Capítulo 4

Ciento treinta y tres kilómetros por hora es la velocidad promedio que maneja aquella mujer cuando va por la calle, balanceándose va en busca de su próximo objetivo al que entregar el mensaje siguiente. Visualiza a los pobres infelices que la ven como a alguien superior y a los cuales ella podría asesinar con un simple pensamiento. Siente el poder que posee su presencia y figura incluso entre los ricos habitantes del sector privilegiado de “La Loma” como es conocida por todas las personas que no viven en ella.
Todos saben que si utilizara su Alejador en esa zona y específicamente contra esas personas posiblemente la asesinaran antes del segundo click pero de cualquier forma observa, vehemente, el poder que lleva en su porte y esboza una macabra sonrisa de satisfacción. Su mensaje de hoy es simple ya que el señor Marcken le dio hoy una tarea que en general se le daba a los principiantes, debía ir hasta la casa que se encontraba en la cima de la Loma, la del gobernador y entregar el documento que le había sido brindado para que se lo pasaran luego a este. Amaba las líneas de la loma ya que estaban sumamente cuidadas y podía utilizar su DTA al máximo potencial, como lo había modificado ella y ademas practicar las maniobras que inventaba para manejar el dispositivo.
Giros extraños, divertidos, pero ante nada útiles para esquivar a cualquier persona que se le interponga son los que realiza. Ella nada en el aire y se zambulle en las alturas como si hubiese nacido allí.
Pero ella no nació en el aire, al contrario nació en lo mas profundo de la tierra. Oscuro y amenazante el gran hospital público que correspondía a todos los habitantes de las 50 calles al sur emergía entre las casuchas de lo que ella consideraba su barrio natal. Su madre, no era ninguna soñadora ni visionaria, ni siquiera era pesimista en la vida, simplemente la había concebido con su marido porque era lo lógico. Para ella dos más dos eran cuatro, y tener un hijo era lo que debía hacer. Berena, su hija, aunque deseada, no nació esperada realmente, simplemente le dolió a su madre lo suficiente como para que ella la notara, salió y fue una mancha más del paisaje. Tuvo a ambos padres hasta la edad de quince años cuando su madre murió y a ella no le cambió absolutamente en nada. El sol siguió saliendo por el norte, poniéndose por el sur, los días se sucedieron uno detrás del otro y a sus dieciocho años dejó su casa sabiendo que al morir, quien quiera que la conociera, lloraría por ella.
La única pasión que la cautivó desde el principio, que la movió, fue el transporte por DTA, si le hubiesen ofrecido clases de vuelo no las hubiese aceptado, era ese escalón medio el que le fascinaba, lo útiles que eran los mensajeros y el poder que inspiraban los U-Mensajeros.
A los diecinueve años se encontraba observando una de las encrucijadas por donde cerca de veinte mensajeros pasaban por minuto y un C-Mensajero tuvo la mala suerte de no ver que antes de él cruzaba una mujer a una velocidad increíble y con un pequeño dispositivo luminoso en su cinturón. Un pensamiento después, ese hombre yacía muerto a treinta metros de donde estaba antes y su dispositivo a unos pocos pasos de Berena.
Dudó, pensó y sintió su ética desaparecer mientras corría por las calles con su nueva herramienta.
Ya en el pequeño galpón vacío que había adoptado como casa se puso a trabajar. No tenía un espacio con una superficie más grande que cinco metros cuadrados, y además para sobrevivir tenía muchos aparatos que cuidaba a cambio de algunas monedas. Tomó una especie de superficie que le sirvió como banco de trabajo y cada vez que desarmaba algo, rearmaba y desarmaba todo el dispositivo de vuelta varias veces para recordar el proceso, al final sabía exactamente cómo estaba compuesto y cómo funcionaba ese sistema de poleas. Ese fue el momento cuando se dio cuenta las formas de modificarlo.
Tenía las herramientas necesarias y los conocimientos suficientes de ese tipo de mecánica que le había enseñado el anterior dueño del galpón. Pero tenía un problema, no poseía ni las piezas ni el dinero para comprarlas y eso la truncaba indefectiblemente.
Estudio muchas posibilidades: Esperar a que otros mensajeros cayeran y robar sus DTA´s; entrar a escondidas en MeISA y robar algunas pieza; lo más absurdo fue pensar en fabricarlas ella misma y en ese momento se dio cuenta que estaba muy cansada ya. Levantó la vista y de repente, todos los aparatos que guardaba en su galpón se convirtieron en todas las piezas que necesitaba, armadas todavía en los autos; cortacesped; algunos viejos aparatos de persianas electrónicas; incluso había encontrado un viejo ordenador que su vecino adyacente le había dejado para que se lo cuide, esa vez no dudó.
Rápidamente despedazó todo aparato que existía hasta tener solo piezas, probó, modificó, intentó e ideó algunas mejoras más que no podía realizar con aquellas piezas, y se dió cuenta al instante que ese era el mejor dispositivo de transporte alternativo que nadie hubiese creado jamás. Al instante se perdió entre las primeras luces del alba sin decir adiós.
Desde aquel momento ya pasaron años, con su nuevo dispositivo llegó un día hasta MeISA, cuando se anunció se rieron de ella, pero también sabía que era nada, sabía que todavía nadie iba a llorar por ella cuando muriera, sabía que tenía que demostrar lo que tenía para ofrecer y aprovechó un pequeño cable de luz que se extendía hasta oficina del director de MeISA para demostrarlo, ese cable no hubiese aguantado a ningún mensajero pero ella era lo suficientemente liviana y sabía lo que tenía que hacer, salto, dio tres giros y al cuarto un gancho retráctil la atrapó en el aire y la atrajo hasta el supervisor, no sin antes brindarle la suficiente lucha para que este se sintiera avergonzado. Cuando Crecio Marcken se enteró de lo que había pasado por sus sirvientes, “echó” a ese supervisor (en realidad lo mandó a asesinar) llamó a uno nuevo y le dio la oportunidad de hacer lo que quisiera con la intrusa, este la tomo como la cuarta U-Mensajera del equipo y su jefe lo aprobó. Desde ese momento ella quería mucho al Supervisor y lo tenía como un padre al que trataba de impresionar cada vez que le era posible. Incluso era la única persona que (cuando estaban solos) le decía por su nombre, Tireno. Y él no se ofendía ni se preocupaba, sino que la abrazaba cuando hacía las cosas bien y la amenazaba con la muerte cuando hacía las cosas mal, ella sabía que sería incapaz pero eso la impulsaba a continuar.
El camino hasta la casa del gobernador era muy fácil y tranquilo, por eso cuando llegó hasta la puerta se quedó unos minutos esperando tranquila sin apuro ya que no le habían dado orden de urgente. Pasó la puerta y como ya la conocían la dejaron ir a entregarlo personalmente. El gobernador le dio las gracias y abrió el mensaje y lo leyó para sí murmurando las palabras, finalizó y tomó un pequeñísimo paquete, parecía una cajita del tamaño en la que algunos guardaban sus lapiceras especiales, pero estaba envuelta, a ella se le ocurrió que podía ser un regalo y aunque la curiosidad la carcomía, jamás se le ocurrió ni preguntar ni siquiera suponer el abrirlo. Este se lo entregó y le dijo que se lo llevara a Marcken. Ella lo tomó y lo guardó en compartimiento donde llevaba los objetos especiales.

Comenzó su vuelta pensando en volver tranquila sin apuro pero sus ansias de velocidad y adrenalina fueron mayores, en unos segundos estaba bajando a toda velocidad por las líneas. Ahora sin embargo se sentía extraña, sentía que en el siguiente giro se encontraría a alguien conocido pero peligroso, no estaba muy segura que era, pero la inquietud le hacía mirar más para los costados que para adelante mientras iba loma abajo, a más de cien kilómetros por hora y esta actitud no era muy recomendable. Se encontró en el cielo sin darse cuenta a otra persona, lo pensó, el alejador funcionó, pero al revés de lo que solía pasar, hizo un pitido y realizó su impacto sobre ella, ¿O era el cuerpo de la otra persona? Cayó al suelo y recordó que la regla esencial era siempre mirar al frente, creyó que sería lo último que recordaría.

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